Familias de la zona, que sufrieron durante muchos años los embates de la violencia entre grupos armados ilegales y ahora gracias a los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), decidieron alternar su vocación ganadera y apostar por la producción de cacao, lo que les ha permitido mejorar sus ingresos y conservar 4.000 hectáreas de bosque que sirven de hábitat a especies de fauna endémica.